La fantasía de ser capitán de barco hecha realidad… por unas horas
Un francés radicado en el país da clases de timonel y hace paseos en un velero que despliega su encanto por el Río de la Plata y el Delta.
Puede ser un día de semana, puede estar soleado, puede que haya una brisa suave y que el Río de la Plata se ilumine haciendo honor a su nombre. Y puede que ese día hayas decidido subirte al Azariel, un velero inmaculado que conduce con pericia Arnaud Seymand bordeando las costas de Zona Norte o internándose por algunos de los canales más lindos (todos lo son) del Delta del Paraná.
Aún si todas esas condiciones no se dan juntas, la experiencia es imperdible.
Los argentinos salíamos del sopor del aislamiento por el Covid-19 y Arnaud, un francés que desde 1983 vive en nuestro país, desperezaba su velero inmovilizado por la cuarentena en un amarradero de Punta Chica, partido de San Fernando.
Pensó que podría ofrecer un servicio que uniera sus pasiones: navegar y pasear por el Río y obtener ganancias con ello. Un mes después Navegando a Vela se hizo realidad. “Junto con un amigo que tiene 50 años de experiencia en navegación ofrecemos paseos de hasta cuatro personas y clases prácticas de timonel a un máximo de dos personas por turno”, nos cuenta Arnaud sentado en la popa del Azariel mientras no deja de mirar para dónde va el viento y por dónde pasarán las embarcaciones que nos circundan.
Es viernes a las cinco de la tarde y en el Río de la Plata se vive la rush hour.
Porque la corriente, el viento o la profundidad del agua son condicionantes más allá de la preferencia del navegante, el recorrido que hicimos nos llevó desde San Fernando hasta esa península inundada de grúas y torres que identifican a la Ciudad de Buenos Aires. Así, el paseo/clase fue por el Río de la Plata y nos quedará para otra ocasión meternos en el Delta.
Detrás, y con el chas, chas, chas del piso del velero sobre la alfombra de agua, quedó la costa de San Isidro con su vegetación exuberante y la icónica Catedral observando a los navegantes, las barrancas y sus mansiones al río, los parques y edificios de Vicente López, los kitesurfistas, kayakistas, windsurfistas, chicos en optimist…, toda esa comunidad variopinta que ama con pasión el contacto con el río.
“Las salidas duran entre tres y cuatro horas; las acomodamos en función de lo que busque el interesado y también influyen las condiciones meteorológicas, básicamente si hay agua (sí, a veces está tan bajo el río que los barcos no tienen suficiente calado para marchar). Hay que estar preparado para la sorpresa”, advierte Arnaud, que de imprevistos sabe bastante luego de haber vivido, con familia a cuestas, en Mali, Costa de Marfil, Perú, Suiza, Senegal, Chile, Estados Unidos, Ecuador y por supuesto en la Argentina, país que pone en la lista de los “exóticos”.
Contador especializado en comercio exterior y por supuesto, gran navegante, Arnaud explica con paciencia toda la nomenclatura marinera: babor, estribor, proa, popa, barlovento y sotavento (uno de los significados más difíciles de recordar, sobre todo si se está en plena maniobra de virada) y una milla de etcéteras.
“Lo que más valora la gente es descubrir Buenos Aires desde el Río de la Plata, pasear por el Delta y relajarse en un barco y también están quienes quieren tomar estas clases prácticas y ven como un diferencial que son solo hasta dos alumnos en una embarcación que probablemente sea la que van a comprarse cuando puedan”, resume Arnaud.
En estos meses en los que la gente fue saliendo de la hibernación post Covid, el capitán de Azariel no paró de recibir consultas y reservas. Hubo de todo: familiares que contrataron el servicio para dispersar las cenizas de un ser querido en el río, novios que festejaron el aniversario del flechazo original, y hasta un pedido de casamiento on board con “sí” incluido -para quienes se lo estén preguntando.
Y en esas cuatro horas se puede, además, tomar un vino, un champagne, comer una picadita, contratando el servicio a bordo o llevándolo cada uno. Porque el atardecer en el velero se merece una copa en alto y una inclinación de cabeza al estilo “chapeau”.
Hasta hay quien sale cada semana, por consejo de su psicólogo, porque se sabe de las bondades del triángulo perfecto de cielo, agua y barco que inundan de paz las almas en vilo.
Por si todo lo que antecede no fuera suficiente, ahora Navegando a Vela incorporará salidas con luna llena y hasta viajes a Colonia cuando se abran las fronteras con el Uruguay, aprovechando las comodidades de este velero, un Sailor 875 con heladera, horno, música, televisor, baño y camas.
Contacto:
Instagram: Navegando_a_vela
Celular: 1160574546
Salidas:
De lunes a domingo en turnos por la mañana de 10:00 a 14:00 o de 14:00 a 18.00, desde Punta Chica, San Fernando.